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No es Gobierno para España


Las peleas internas entre las distintas facciones del Ejecutivo son ya un problema sistémico que daña al país como casi nada más

Por mucho que desde la Moncloa se pretenda dar carta de normalidad a casi todo lo que sucede en el Gobierno, cada uno de los problemas que genera es superior al anterior y a ello le añade el formidable despropósito que supone la pelea interna entre sus distintas facciones.

Que una vicepresidenta funde un partido nuevo tras ser promocionada al cargo por otra formación y que ésta, a su vez mantenga un enfrentamiento frontal con el socio mayoritario, el PSOE, y con las neonatas siglas encabezadas por su promocionada; es un dislate sin parangón en Europa.

Agravado por la evidencia de la «Operación Sumar» tiene el impulso germinal del propio Pedro Sánchez, que aspira a fabricar una nueva muleta en la que apoyarse, toda vez se ha constatado el descrédito de su aliado original.

Para rematar el bochorno, tanto Sánchez cuanto Díaz le deben su actual cargo institucional al mismo dirigente en declive, Pablo Iglesias, sin el cual ni el primero hubiera podido conformar Gobierno ni la segunda hubiese acabado en él.

No es serio, en fin, utilizar la máxima responsabilidad ejecutiva de un país democrático para dirimir cuitas internas que atienden, en exclusiva, a la voraz hambre de poder que caracteriza a las tres formaciones en liza, unidas en exclusiva por esa aspiración común y distanciadas, a la vez, por garantizarse la mayor cuota posible de influencia, presupuesto y capacidad laboral para los suyos.

Si este Gobierno no ha hecho otra cosa que generar estropicios sociales, económicos e institucionales en sus contados periodos de estabilidad; en éste de guerra fratricida las consecuencias pueden ser letales.

Porque cuando debería centrarse en el insoportable coste de las hipotecas, el galopante paro real, el desbocado coste del combustible o la factura energética y alimentaria; está consagrado en cuerpo y alma a proteger sus intereses partidistas, ya sobradamente conocidos por mucho maquillaje que le pongan a las mismas políticas y las mismas caras conocidas en España desde que en 2015 se asentaron las opciones populistas.

Para el ciudadano, un Gobierno debe ser una ayuda, o cuando menos nunca un estorbo. Pero la amalgama que rodea a Sánchez, inducida y alimentada por él, se ha transformado en su mayor problema. Una anomalía democrática que, por mucho menos, ha arrastrado a la derrota a líderes menos controvertidos como la de Finlandia, entre tantos otros. Quizá en España pase lo mismo cuando se convoquen Elecciones, pero hasta que llegue ese momento el martirio se hace ya insoslayable.

Fuente: Eldebate

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